Ensimismamiento.
Esa es una palabra que una vez me quisieron corregir porque
decían que no existía. ¡Pero miren si serán burros! ¡Cómo no va a existir! ¡Existe, pero pocos saben lo que
significa!
Ensimismamiento es cuando uno piensa en sí mismo. Eso me
lleva al presente. Eso me lleva a la forma en que nos tratamos hoy en día. Eso
me lleva a que el ensimismamiento tiene el poder suficiente de aniquilar cuanto
valor humano se pase por el frente. El pensar que a mí no me molesta, a mí no
me identifica, a mí no me afecta, a mí me hace bien, a mí no me concierne o el
directo a mí me importa un carajo.
Entonces, hagamos juntos este crucigrama, ¿quieren? Después
de todo, hoy 29 de Julio es el Día de los Valores Humanos. Veamos como andamos
por casa.
Horizontal, 10 letras, “Cualidad humana, actuar siempre con
base en la verdad y en la auténtica justicia, dar a cada quien lo que le
corresponde, incluido uno mismo”.
Honestidad. La palabra clave de quien no es honesto es
“Total…” Ser honesto nos cuesta muchísimo, porque en la honestidad pugnan el
diablito y el angelito sobre tus hombros. El hijo del fuego te pica la oreja y
te susurra que te llevés todo lo que nadie reclama, total…
El diablito no te llama por tu nombre, sino que te puso un
apodo: Dentadura postiza. Porque te acomodás con la lengua. Entrás a decir
cuanta pavada se te ocurra, hundiendo al dolobu que tenés al lado y ubicándote
en lo alto de la palmera, total…
Ante esto, el angelito, con su arpa desafinada, no puede
hacer nada.
Pero la honestidad y la mentira son hermanos postizos.
Porque claro, cómo un honesto va a tener un hermano posta y cómo la mentira te
va a decir la verdad. ¡Son postizos! Y nadie les dice nada, total…
La falta de honestidad es como ese escalón que falta al
final de la escalera que te hubiera posicionado a donde sea que una persona con
valores quiera llegar. La honestidad está tan extinta que si alguien es
deshonesto en su trabajo, lo mandan a su casa con una carpeta médica. “Debe
tener un problema, mandalo a su casa, total…” “Pero fue deshonesto”. “Y bueno,
que se tome un Actrón y listo, total…”
Tengo dos ejemplos sobre honestidad, pero no tuvieron buen
desenlace. Uno es Arturito Illía, cordobés, quien fue presidente desde 1963 al
1966, derrocado por ser piola y no está en ningún billete. El otro es del Doctor
Favaloro, quien por mantenerse en los márgenes de la honestidad, encontró como
única escapatoria, suicidarse, dando un clarísimo mensaje, siendo el padre del
bypass y mandando la bala directo a su corazón.
Vertical, 15 letras, “Valor que está en la conciencia de la
persona, que le permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las
consecuencias de sus actos, siempre en el plano de lo moral”. Responsabilidad.
Bueno, hemos pronunciado una palabra candente, como esos fierros al rojo vivo
con que marcan el trasero de un animal. La palabra clave del irresponsable es
“¡Yo no!” Porque cada vez que hay que poner la caripela, surge esa palabrita,
brotando de la garganta, a veces, hasta sin querer ser dicha. “Luis, ¿vos
rompiste el vidrio del vecino?” “Yo no, má”. “Luis Eduardo, ¿vos fuiste el que
no tiró la cadena?” “Yo no”. El “Yo no” es tan poderoso que hasta les funciona
a los delincuentes. “¿Usted fue quien irrumpió en el hogar de una familia
trabajadora, que se rompe el quetejedi, para conseguir lo que tiene y
exhibiendo un arma de fuego, les robó hasta los calzoncillos y se fue impune
hasta que lo cazaron en José Ingenieros y Richieri?” “Yo no”. “Bueno, vaya
nomás, total… y tómese un Actrón”.
Horizontal, 7 letras, “Consideración, valor hacia sí mismo o
a otra persona que se establece como reciprocidad”. Respeto. ¿Cómo explicarlo
para que todos lo entiendan? Bueno, no puedo explicarlo porque no puedo
ejemplificarlo porque no hay manifestaciones de respeto en ningún lado. La
frase clave del irrespetuoso es “Y a mí qué…”
Ahí está, ya se me ocurrió un ejemplo: esos que cuando
llevan a sus hijos a la escuela, quieren estacionar dentro del aula, junto al
pizarrón. “Pará, flaco, no te desesperés, ¿no ves que por tu doble fila
entorpecés todo?” “Y a mí, qué…”
Otro ejemplo es la actual brecha oscura que se apoderó en
las relaciones entre los jóvenes y los viejos. Los cancheros y los metidos. Los
sabelotodos y los seniles. Los mequetrefes y los sabios. El irrespetuoso es
feliz como es, porque él es el único que importa. El respeto es una palabra.
Parafraseando a Arjona, no es un verbo, sino un sustantivo. Una cosa. Cuando te
llamen de la escuela porque tu pibe se mandó una macana y vas con los botines
de punta hacia el docente, eso es irrespetuoso. Cuando le echás la culpa a otro
porque no los tenés bien puestos para hacerte cargo, pero sí para ser el macho
pistola, eso es ser irrespetuoso… y a mi, ¿qué?
La última. Vertical, 8 letras, “Actitud de la persona que no
presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin
orgullo”. Humildad. “Ta todo bien, che”, es la frase del humilde. Este valor lo
tienen muy pocos. Por suerte, aquellos que sabemos escribir, que manejamos el
lenguaje tan bien como lo hago yo, que soy tan, pero tan bueno que me publican
en Tiempo Sur, no nos afecta.
“¡Porfa, che… dale! ¿Vos fuiste el que dijo que hay que ser
consecutivo?” y respondo: “Yo no”.
Como será que soy bueno, que me fueron a buscar y me
pidieron de rodillas que vuelva a publicar.
“No se, lo voy a pensar”, les dije. “De todos modos, mucho
no me interesaba publicar en el diario porque tengo mejores cosas que hacer.
Total…”
“Sos un ensimismado de porquería”
A lo que yo respondí: “Ensimismado, ¿yo? Vos estás mal,
cacho. La palabra ensimismado no existe”.
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