viernes, 9 de marzo de 2018

DÍA DEL ABANDONADO ANÓNIMO





Hoy voy a hablar del pasado Día del Amigo. Y voy a hablar del Amigo por Excelencia del hombre. El perro. Voy a hablar del gran número de esos amigos del hombre, que el propio hombre traiciona. La traición de un amigo corrompe el alma. Cuando un amigo nos traiciona, pareciera que una parte de nosotros se destruye y nunca jamás se regenera. Bueno, el hombre no puede quejarse mucho porque hace exactamente lo mismo con su supuesto mejor amigo. Los perros.
¿Cómo se me ocurrió hablar de ellos? Bueno, está claro como el agua: ellos me lo pidieron. El sábado, víspera del Día del Amigo, iba por la Roca y al cruzar San Martín, en el mástil principal, vi que había como seis perros vagabundos que se miraban entre ellos.
“¡Feliz día, muchachos!” Pero no me respondieron. “Che, ¿qué onda, loco? Feliz Día”.
Pero no había caso, me ignoraron. Seguí mi camino y fui a comprar los regalos para mis amigos. Al volver, quise intentarlo de nuevo. Me senté al lado de ellos y charlé un cachito. Me contaron muchas cosas que me inspiraron a hablar de ellos.
¿Los conocen no? Digo, conocen a los amigos vagabundos. Son esos que catalogaron como el “mejor amigo del hombre”, cuando no son más que los mejores soldados del hombre, el mejor subordinado, por no decir esclavo. Porque claro, un amigo no te tira a la calle, no te ignora. Un amigo te respeta, te cuida y te acepta como sos y si andás medio mal, te aconseja.
Pero no hace falta que lo aclare, ¿no? Sino fíjense. El trato con el perro es a órdenes: salí, échate, parate, traeme, andá, vení, subí, comé... Busca el palito, trae el palito. No meés en el piso... Y ¡pum! un golpe. No cagués en la alfombra... Y ¡pum! un golpe. Digamos que si no les enseñamos dónde tienen que cagar o mear, difícil que ellos lo sepan. ¿Los amigos reales dan órdenes? Miremos por un momento a los gatos. Tratás de ordenarles algo y no te pasan pelota. Dicen que son traicioneros, pero no, ellos se defienden, se hacen respetar. Les pegás y de alguna manera te la devuelven. Son más parecidos a nosotros que los perros. Ellos deberían ser los amigos del hombre. El gato no se deja amaestrar... Bueno, los humanos somos así. No nos gusta que nos molesten. Somos vengativos. Vos a un amigo no lo querrías amaestrar, ¿o no? Dicen que el gato es traicionero, pero es a causa del perro que hay una estadística anual de mordidos y muertos en manos de un perro. ¿Cuántos casos conocen de gatos que han matado?
Por otra parte, uno al amigo posta no lo reemplaza si se manda mocos o si de repente conocemos a otra persona que llega a ser un amigo. Simplemente, convivimos con más amigos. Entonces, ¿por qué todavía hay quienes reemplazan sus viejos perros por otros más jóvenes, juguetones y chiquititos? ¿Por qué no convivir con ambos? Si no, ¿dónde está el mejor amigo?
Por triste que parezca, esta pregunta se responde sola. El hombre es un animal tan involucionado que a veces hace lo mismo con sus propios hijos: llega uno nuevo y abandona al anterior a la buena de Dios. ¿Qué queda entonces con los perros? Si quisieron tener un perro, un amigo, a bancársela si les da trabajo. Ellos, al igual que los niños son hojas en blanco que hay que ir llenando con enseñanzas, ejemplos, comandos de comportamiento, reprender ante algo erróneo, felicitar ante algo correcto.
Quejarse que un perro es malo, que no hace caso, que es pulgoso, que se mea en todos lados, que es revoltoso y tirarlo al patio, regalarlo o en el peor de los casos, tirarlo por ahí, me remite a nuestra relación con los hijos, quejarse del trabajo que nos lleva es un poco hipócrita, ¿no? Digo, eso es algo que ya sabíamos de antemano... después de todo, todos hemos sido hijos.
Pero bueno, si los perros son los mejores amigos del hombre, podemos poner en práctica con nuestros hijos, lo que hacemos cuando nos cae mal un perro que supuestamente era amigo: lo tiramos a la calle. Y cuando nuestro hijo se convierta en papá y eso no nos guste, quizá podríamos hacer lo que algunos hacen con las crías de sus “amigos”: llenamos un balde con agua y…
Bueno, por ahora creo que fue suficiente. Todos tuvimos, tenemos o tendremos un perro, un “mejor amigo”, asique ahí estará nuestra oportunidad de poner en práctica las cosas que se deben hacer y dejar de lado las cosas que no le haríamos a un real amigo.
Cuando los dejé ahí, en el mástil, pensando en sus amigos humanos que los dejaron en la calle, sentí que debía hacer algo.
Antes que se escondiera el sol, volví a su lugar de reunión de A. A. (Abandonados Anónimos) y les dejé regalos para todos: huesos, un cacho de carne, collares, una pelota, un par de  almohadones, un taper con morfi, un recipiente con agua y una foto de una familia humana, para que se sientan acompañados. Cuando uno es lastimado por otro, no debe olvidarse de la herida, pero tampoco debe vivir con rencor en su corazón.
Aquel perrito que ahora mismo esté recostado sobre este diario o aquel que lo esté leyendo mientras “Maceta” descansa en la Plaza San Martín con su cabeza teñida de morado y su silbato en la mano, sepa que no está todo perdido: hay muchos amigos leales por ahí todavía.
Yo recuerdo a mi amigo del alma, Toby y el sufrimiento de haberlo perdido. Sé que ese enano de mal carácter era mi hermano, más que mi amigo, pero nunca le falté el respeto.
Y a ustedes, muchachos, para no perder la esperanza, les digo a todos, Feliz Día del Amigo.





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