Hace unos días me embarqué en una
búsqueda reivindicadora. Una búsqueda que va a cambiar el modo de cómo veo mi
vida. En realidad es una búsqueda un poco difícil porque no se trata solo de
buscar, sino también de encontrar.
Ando buscando esas cosas en las que creía
y también a las personas que me las hacían o intentaban hacérmelas creer. Como
por ejemplo, dónde está esa persona (seguramente una mujer) que me dijo que los
bebés podían espiar por el ombligo… aunque la palabra que utilizó fue “pupo”.
Dónde está el desgraciado que me dijo que ser feliz era imposible. Dónde está
ese mentiroso que me dijo que los extraterrestres hacían el amor tocándose los
hombros y mientras me lo decía, llevaba a cabo lo que acababa de contarme,
hasta que yo me daba cuenta, hacía un gesto de repulsión y le sacaba su mano de
mi hombro. Me pregunto y exijo saber dónde está ese amiguito precoz que cuando
yo era un pibito se hacía el sabio en cuestiones del sexo y me hizo creer que
el semen era un hotel para parejas. Dónde está ese niño ingenuo que fui.
Dónde está aquel que quiso convencerme
que leer era una pérdida de tiempo. Quisiera tenerlo frente a frente ahora y
preguntarle el significado de la palabra onomatopeya o desmesurado. ¿Lo sabrás,
amigo, lo sabrás? Dónde está el pibe que me hizo creer que machetearse era
hacerse el vivo. Dónde está la persona que me hizo creer que ver la tele desde
muy cerca me dejaba los ojos bizcos. Me pregunto dónde estará el tipo que intentó
hacerme creer que para ser hombre tenía que jugar al fútbol, tomar cervezas,
hablar de mujeres, discutir sobre la hombría, saber de construcción, hablar mal
de las suegras y vivir acomodándome el “amigo”. Dónde está el tipo que me dijo
que si en una relación sexual no me cuido y no soy conciente, trae como
consecuencia un problema que hay afrontar de forma madura. ¿Dónde estás? ¿Dónde
estabas cuando muchos te necesitaron?
Y esta es para todos: dónde estarán
aquellos que nos hicieron creer que los gatos negros dan mala suerte. Yo pasé
bajo una escalera e igualmente me casé. Tenía un amigo que era tan
supersticioso que un día evité que saltara un charco de agua en la vereda y
cuando me preguntó porqué lo había hecho, le dije que saltar un charco
equivalía a ser mordido por un tiburón blanco el día que nadara cerca de uno.
Dónde está el que me dijo que en mi vida
pasada había sido un guepardo. Hoy corro dos cuadras y termino con los pulmones
en las manos. ¿Eh? ¿Dónde estás? ¿Vos qué fuiste en tu vida pasada? ¿Un gato?
Quiero saber dónde está el que me mintió
y me dijo que en el Facebook se hace amigos. Yo pensaba que las redes sociales
nos hacían estar más cerca y comunicados, pero la verdad, si seguimos así nos
limitaremos a mandarnos mensajes y no vernos las caras.
“Hola, sí, ¿en qué lo puedo ayudar?”
“Quería saber si usted es mi esposa”.
Quiero saber dónde está el que dijo por
primera vez que el perro es el mejor amigo del hombre. ¿Por qué me mentiste?
Los perros son dóciles, educados, obedientes y siempre están a nuestra
disposición, las 24 horas del día… Nunca conocí a una persona que pudiera ser
así. Dónde está el que me dijo que el que jugaba al papá y la mamá iba a ser
afeminado. Dónde está ese pobre diablo que sigue repitiéndome que tener un hijo
te priva de hacer todas las cosas que te gustan. ¿Qué, jugar con tu hijo no te
gusta?
Quiero saber dónde están todos… pero
todos los que se levantan día tras día y buscan solo ponerle piedras en el
camino de los otros y porqué trataron de convencerme que la vida se trata de
competir y envidiarle al otro lo que tiene…
Dónde están en este momento. Sí, ya me
los imagino, apartando la vista del diario y
preguntarse: “¿Estará hablando de mí?”
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