El innegable villano de Río Gallegos, ya ha puesto sus
garras sobre la ciudad santacruceña, otra vez, aterrando a su comunidad.
Aquellos oportunos periodistas no perdieron el tiempo y lo
catalogaron como el "Señor Frío", eterno enemigo de Batman, que ha
puesto su atención en nuestra ciudad. Como en Ciudad Gótica abundan los
malhechores, se vino para acá, a completar el cuadro de los villanos que es muy
prolífero. La gran diferencia es que él no hace las veces de Robin Hood. Ni
siquiera el Robin Hood, versión argentino: que roba a los “pobres” ricos y se
los da a los ricos” en pobreza.
Él no es de los que se aparecen en naves despampanantes y
llena de lucecitas brillantes diciendo “Acá estoy, los voy a hacer pelota a
todos”. Él no lleva una capa de malo hondeando a sus espaldas, porque el viento
austral haría que se le enredara en la sabiola y le taparía la visibilidad. Él
no anda con artilugios ajustados a su cinturón, que extrañamente sirven para
los diversos usos en que el azar lo somete. Él no tiene de esos antifaz que
esconden su identidad, porque no tiene esa doble personalidad resentida y
enemistada con la realidad. Él no tiene frases hollywoodenses cuando aparece,
cuando amenaza, cuando cree que va a ganar, cuando pierde y se va diciendo que
ha perdido la batalla pero no la guerra. Si les dieran a los villanos un peso
por cada vez que dicen esa frase, serían millonarios y no tendrían ninguna
necesidad de andar haciendo de las suyas por ahí.
El villano, acá (como Papá Noel en diversas partes del
mundo) tiene otro nombre y lo llaman Doctor Invierno.
Dr. Invierno es de esos villanos cerebritos que no salen de
su búnker. Que actúa en secreto, que nadie conoce, nadie nunca vio, pero de los
que todos padecen. La gran mayoría en esta ciudad lo defenestra, nadie lo
quiere. Es el villano por excelencia. No se sabe cómo, pero actúa en anonimato:
no por nada, las salas de espera de las guardias están llena de gente
resfriada, con fiebre o neumonía. Ya se va viendo su influencia en la gente.
Cuando aparece y comienza a perturbar las mentes de las personas, éstas van a
la Muni en una manifestación con antorchas y bombos y le piden al Intendente de
turno que mande la señal de rescate del héroe de la ciudad, Súper Verano. La
señal, para ilustrar al lector, consta de un círculo de luz que dentro tiene el
logo del poderoso héroe: un anteojo de sol y que ilumina el Firmamento.
Pero hay un pequeño detalle irónico: Súper Verano se toma
receso. Las lenguas dicen que Súper Verano le tiene cuiqui al Dr. Invierno,
porque a donde él vaya a aterrar ciudadanos, Súper Verano no está. Le esquiva.
No quiere pelear. Sabe que Río Gallegos le pertenece históricamente y Verano no
puede hacer nada.
Cuando lo enfrenta, siempre en diciembre o enero, Súper
Verano a veces le gana a Invierno por cansancio, porque es tan tarado, que lo
deja triunfar. Para ilustrar al lector, el héroe es de esos que abundan en las
películas y cómics: tipos muy satisfechos con su propia vida, con su hombría,
con sus poderes, sus facultades y con las minas que tiene enamoradas con su
simple presencia. Él aparece y lo acompaña ese coro idiotizado y populachento
del “¡Eeeh!” Entonces, baja del cielo, se planta en medio de la calle con el
torso desnudo, en zunga, anteojos de sol, brillantina en el cuerpo, las gambas
aceitadas y los sobacos sudorosos. Las minas se derriten, los hombres lo
envidan y tratan de mimetizarse. Pero no les sale. Cuando arriba a la ciudad,
silba una canción y ya todos la hacen propia. Las últimas dos fueron en
portugués.
Dr. Invierno lo mira de soslayo, niega en reprobación ante
la popularidad ganada por su adversario sin hacer más que darle a la gente lo
que quiere, no lo que necesita y no le da pelea; simplemente, gira sobre sus
talones y se va caminando hacia otros lares, silbando un viejo tango.
Pero nuestro villano no es tan malo cuando se le da la
oportunidad de entender su trabajo. Con los años ha sido debilitado y Súper
Verano aprovecha la volada.
Sin embargo, pasa algo medio raro: la gente que lo conoció a
lo largo de muchos años, se acostumbró a su presencia y cuando hablan de él,
evocan su más grande hazaña malévola, la Nevada del 95. Ante eso, no hay nada
que Súper Verano haga para ganarle.
Solo entonces, Dr. Invierno se siente que lo necesitan, que
lo extrañan y vuelve sobre sus pasos y cuando lo hace, nos larga esas ventiscas
heladas que nos escarchan las calles, los vidrios de los autos y nos congelan
los mocos. Y cuando se pone cómodo se morfa un escón de vainilla, le manda
dulce de leche arriba y sobre eso, raya coco… y ese coco es lo que nosotros
conocemos como aquel fenómeno que da formal inicio al control de Dr. Invierno
sobre la comunidad: la nieve.
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