Sí, por Luis Ferrarassi. Luis Eduardo Ferrarassi, en
realidad. Ese es mi nombre completo. No tengo un nombre por el que me cargaran
en la escuela. Luisito o Lucho suele ser, como mucho, de la manera que me
llaman. O en lo laboral, Ferra. El nombre Eduardo no lo uso ni nadie lo usa.
Este nombre fue pensado para ser dicho de manera compuesta. Como Juan Pablo,
Juan Ignacio o Juan Carlos. Cuando a un Juan Pablo lo llamás sólo Juan o sólo
Pablo, no se da por aludido. Juan es una persona y Pablo es otra… pero cuando
lo llamás como Juan Pablo, ahí sí se gira y te empieza a dar bola.
Lo que quiero decir con esto, es que los nombres, esos
rótulos que nos han puesto para el resto de nuestras vidas, suelen definir a la
persona. Ser un niño de ocho años llamado Luis, nunca me molestó, porque al
decir Luisito, todo lo inocente es lo que cuenta. Pero haberme llamado así en
la adolescencia me molestó mucho. Era un joven con nombre de viejo. Me hubiera
gustado llamarme Matías, Tomás, Jonathan… esos son nombres de pibes. A veces,
no se si me pasa a mi nomás o a todos, escuchar un hombre de sesenta años
llamado Matías, ya lo relaciono con un pendeviejo.
Nota del autor: perdón a todos los Matías de sesenta años.
Si algo siempre vamos a reclamar a nuestros viejos es el
nombre que nos pusieron. Y no me vengan con que no es así, ¡claro que es así!
Todos, alguna vez, reclamamos el nombre que tenemos. Pero bueno, como que es medio jodido elegirlo
nosotros.
Cuando iba a nacer mi hija Antonella, a pesar de ya tener
pensado el nombre, compramos esas ridículas revistas donde se publican nombres
y nos hicimos el plato con los que figuraban, pero uno no lo olvidaré jamás:
Sorcha. María Sorcha, Sorcha Romina, Sorcha de los Ángeles, Sorcha de todos los
Milagros…
-¡Sorcha! Andá al boliche de la esquina a comprar un kilo de
pan.
-Hola Sorchita, ¿qué andás buscando?
-Juan José Juncos, ¿acepta por esposa a María Sorcha Gómez?
-¡¿A quién?!
Nota del autor: perdón si existe en Río Gallegos alguna
Sorcha.
En mi caso, Luis, a la edad de 28 años no me jode y mientras
más años vaya cumpliendo, quizá más acorde se vuelva. Luis, el viejito de la
esquina. Don Luis. El Don pasa a ser parte del nombre y para entonces, el
Eduardo ya se borró del documento.
En cuando a Ferrarassi… bueno, el 90% de las personas a
quienes se lo digo, lo escriben mal. Ferrarasi, Ferrasi, Ferrarazi, Ferrari,
Ferraresi, Cerrareski… y podría seguir. Y de tantas veces que tengo que lidiar
con la mala escritura (o más bien el mal oído de la gente), ya le encontré
exactamente dónde es que a la gente se le enredan las patas.
-Dígame su nombre.
-Luis Ferrarassi… Fe-rra-ra-ssi…
Veo a la persona que le entra a dar a la lapicera o a la
compu y llega ese momento en donde debo aclarar que es con doble S y tiene que
ser antes que llegue a esa parte, porque además de ese 90%, sólo el 20, me
pregunta antes de llegar al final del apellido si es con Z o con S.
-Con doble S –aclaro.
Y es en donde la persona mete la gamba en el fango y se
quedan trancados. Miro la hoja y veo que se quedaron en el Ferra.
-¿Ferrasi? ¿Doble S?
-No, no, Ferrarassi, es más largo, con doble S.
Entonces miro la hoja y veo que ya empezó a hacer borrones,
escribir una letra sobre otra, tratando de corregir.
Tras observaciones hechas por muchos años, llegué a la
conclusión de que la gente se enreda con el “rra” y el “ra”. Y encima si les
digo cuando van por esa parte que mi apellido es con doble S, ya la arena
movediza les llegó hasta la pera.
Leo sus miradas cuando les corregí el apellido y noto que es
un desastre de letras sobre otras… y piensan: “¿Por qué carajo no te llamaste
Gómez?”
Y he aquí otra verdad: Me entregan una documentación en
donde mi apellido sale con una sola S. Aviso que está mal, que es con doble S.
Y no falta el irrespetuoso que dice que con una sola S o dos, suena igual. Sí,
Gomez con Z y S también suena igual pero yo lo escribo como es. Pero esto
seguirá así por el resto de mi vida.
Certificado de defunción: Luis Eduardo Ferra…ra…rra…zssi…
¡Hostia! Ni aún muerto se lo aprenderán.
A veces se me pasó por la cabeza acortar el apellido, como
hizo Romina Yankelevich, porque seguro que en la escuela, en el laburo nadie la
elegía porque tenía un apellido raro.
-Vos, el de atrás… Ferra… Ferrar… Ferrara… ¡el pelado cara
de gil con apellido raro!
Y ahora viene mi viejo y me cuenta que hay un drama con el
apellido y que no es como lo vengo usando desde hace 28 años.
-¿Y cómo es ahora? ¿Pérez?
-No, parece que es Ferrarassa.
-Pucha…
Ya vendrá el día en que Antonella se queje de su nombre y
para colmo, no tiene otro más que ese, sino como que la rumbea usando el otro
nombre.
-Señorita, ¿cómo es su nombre?
-Antonella Ferrarassi.
-An-to-ne…
-Con doble L –dice y ya la escriba hace el primer borrón en
la hoja y mira de mala gana a mi hija.
-Apellido Fe-rra-ra…
-Sí, pero va con doble S –aclara, pero ya es tarde, segundo
borrón sobre la hoja.
AntoneLLa FeRRaraSSi, mira a un costado y dice:
-Gracias papá.
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