Canal 41. Combate Space. La pelea de hoy ofrece mucha
resistencia porque ambos boxeadores son toscos, grandotes, obstinados y por
sobretodo, resistentes. Ding, ding, ding. Chilla la campana, ambos al centro
del ring. El que arranca es nuestro luchador, en el que hemos apostado, el que
me inspiró a escribir esto. Acomoda los pies, hace unos confusos movimientos
con las manos y encesta el primer coñazo. Así empieza la pelea. Los primeros
puntos son para el “Pasado Peso Pesado”. Su contrincante, Presente Fortachón,
se queda medio grogui. Intenta dar su primera piña, pero la pifia y cae al piso
de jeta. Todos se quedan mudos, la frase tan conocida en este deporte quiere
brotar de las gargantas de todos los presentes, pero nadie la dice: knock-out.
Pero no, no es un “nocaut”. Presente se pone de pie y da pelea.
Así comenzaron mis vacaciones.
La pelea arranca en mi mente ni bien entro a mi viejo
bario Don Bosco. Barrio que resiste. No hay otra palabra. Resiste. Como nuestro
luchador. Resiste la primera trompada que le encaja Presente, que le dice
"Punch Progreso, Punch Dejá de Ser Tan Nostálgico". Pero entre tantas
paredes de hormigón, hay piedras de las viejas paredes. Entre tanto nuevo
cemento, hay barro de viejos muros. Mi mirada recorre cada rincón. Las viejas calles,
los viejos negocios, las viejas caras y aquellos viejos anhelos aun están
impresos en el barrio, a pesar de que todo se haya expandido. Es como ese
kiosquito que está hace veinte años y un día, se instala justo al lado una
cadena internacional de supermercados. Sabemos quién ganará la pelea, pero más
sabemos quién es el que resistirá.
Caminando las calles del viejo barrio, siguen los
mismos resistentes. Los músculos de Pasado Peso Pesado siguen ejercitándose,
para no perder la costumbre, siguen allí, poniéndole el pecho a las trompadas
de Presente Fortachón, que va avanzando pasito a pasito, metiéndose en el
medio, mirando hacia ambos lados de la vía y dejando un rastro de sí mismo.
Los parroquianos que miran la pelea desde algún
barsucho, ya van discutiendo sobre los resultados de la aún no terminada pelea.
-Está bien que gane Presente Fortachón, Pasado Peso
Pesado ya ni está en forma. Merecemos sangre joven.
-Por más que venga la sangre joven, hoy lo viejo es lo
que resiste… y lo joven está tan apurado que pasará y ni huella dejará…
-¿Qué? ¿Te pusiste en filósofo ahora, Cacho? Lo joven
es lo nuevo, lo viejo es lo que ya no sirve…
Pero yo se muy bien que caminando por donde voy, me
encuentro pisando la huella que alguna vez dejó aquella zanja que cavaron al
costadito del cordón para dar paso al progreso. Hoy, ese progreso, es un viejo
que resiste. Y cuando caminando rumbo a un kiosco a comprar una gaseosa que me
sacara del “lorca” que tenía, seguía el caminito de la zanja como cuando era
chico. Miraba de reojo los hijos de quienes eran mis contemporáneos y ellos,
todavía están ahí, resistiendo; hacen como que no me ven, que no me reconocen…
pero saben que soy parte de ese Pasado que dejó su huellita.
-¡Luisito! –gritan finalmente. Y eso me lo confirma.
Lo que quiero decir con todo esto es que las calles
que ayer caminaba, que ayer fueron parte de mi vida, hoy están exactamente
iguales. Los mismos vecinos, los mismos kioscos. El hombre de la esquina sigue
yendo a comprar en su bici, la mujer de la vuelta sigue regando el jardín con
la misma manguera, el viejito de enfrente sigue mandando pibitos a que le
compren los puchos y les deja el vuelto. Y pensar que me fui hace casi siete
años de ese barrio persiguiendo el progreso… de haberme quedado y siendo el único
que le hacía el mandado al viejito, ahora sería millonario.
Claro que todo progreso siempre llega y mi viejo
barrio no es la excepción, pero lo viejo, Pasado Peso Pesado, sigue aguantando
la palazón, como un duque, como un guapo.
Las vacaciones van finalizando poco a poco, es hora ya
de volver sobre mis pasos a este Sur. A este Sur, mi Presente. Es extraño que
en un lugar sea hincha de Pasado Peso Pesado y en otro de Prensente Fortachón,
pero así son las cosas. En la vida, uno cuando deja de ser un niño que camina
siguiendo una marca en la calle para ser un adulto que si frena la marcha, todo
lo que lleva en el acoplado de viene abajo. Y yo no puedo frenar ahora. No voy
a frenar.
Esta nota, que con tanta alegría he redactado, la
empecé a las tres de la mañana en el colectivo, viajando de nuevo hacia el Sur.
Me estaba durmiendo, acompañado por el susurro del motor del bondi y de los
ronquidos de mis vecinos de asiento y pensé que por más que seamos adultos,
todos, todos, sin excepción somos hinchas de Pasado Peso Pesado. Todos alguna
vez nos fuimos, ya sea a otro país, otra provincia, otra ciudad, otra
habitación de la casa o viajamos en la mente hacia otras dimensiones y cuando
vamos bajando el equipaje en nuestro destino final, sabemos que ha comenzado la
pelea y que debajo de nuestras ropas, entre los huesos y la piel, tenemos
puesta la camiseta de ese boxeador, de Pasado Peso Pesado y que siempre
hincharemos por él.
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