miércoles, 7 de marzo de 2018

PASADO PESO PESADO



Canal 41. Combate Space. La pelea de hoy ofrece mucha resistencia porque ambos boxeadores son toscos, grandotes, obstinados y por sobretodo, resistentes. Ding, ding, ding. Chilla la campana, ambos al centro del ring. El que arranca es nuestro luchador, en el que hemos apostado, el que me inspiró a escribir esto. Acomoda los pies, hace unos confusos movimientos con las manos y encesta el primer coñazo. Así empieza la pelea. Los primeros puntos son para el “Pasado Peso Pesado”. Su contrincante, Presente Fortachón, se queda medio grogui. Intenta dar su primera piña, pero la pifia y cae al piso de jeta. Todos se quedan mudos, la frase tan conocida en este deporte quiere brotar de las gargantas de todos los presentes, pero nadie la dice: knock-out. Pero no, no es un “nocaut”. Presente se pone de pie y da pelea.
Así comenzaron mis vacaciones.
La pelea arranca en mi mente ni bien entro a mi viejo bario Don Bosco. Barrio que resiste. No hay otra palabra. Resiste. Como nuestro luchador. Resiste la primera trompada que le encaja Presente, que le dice "Punch Progreso, Punch Dejá de Ser Tan Nostálgico". Pero entre tantas paredes de hormigón, hay piedras de las viejas paredes. Entre tanto nuevo cemento, hay barro de viejos muros. Mi mirada recorre cada rincón. Las viejas calles, los viejos negocios, las viejas caras y aquellos viejos anhelos aun están impresos en el barrio, a pesar de que todo se haya expandido. Es como ese kiosquito que está hace veinte años y un día, se instala justo al lado una cadena internacional de supermercados. Sabemos quién ganará la pelea, pero más sabemos quién es el que resistirá.
Caminando las calles del viejo barrio, siguen los mismos resistentes. Los músculos de Pasado Peso Pesado siguen ejercitándose, para no perder la costumbre, siguen allí, poniéndole el pecho a las trompadas de Presente Fortachón, que va avanzando pasito a pasito, metiéndose en el medio, mirando hacia ambos lados de la vía y dejando un rastro de sí mismo.
Los parroquianos que miran la pelea desde algún barsucho, ya van discutiendo sobre los resultados de la aún no terminada pelea.
-Está bien que gane Presente Fortachón, Pasado Peso Pesado ya ni está en forma. Merecemos sangre joven.
-Por más que venga la sangre joven, hoy lo viejo es lo que resiste… y lo joven está tan apurado que pasará y ni huella dejará…
-¿Qué? ¿Te pusiste en filósofo ahora, Cacho? Lo joven es lo nuevo, lo viejo es lo que ya no sirve…
Pero yo se muy bien que caminando por donde voy, me encuentro pisando la huella que alguna vez dejó aquella zanja que cavaron al costadito del cordón para dar paso al progreso. Hoy, ese progreso, es un viejo que resiste. Y cuando caminando rumbo a un kiosco a comprar una gaseosa que me sacara del “lorca” que tenía, seguía el caminito de la zanja como cuando era chico. Miraba de reojo los hijos de quienes eran mis contemporáneos y ellos, todavía están ahí, resistiendo; hacen como que no me ven, que no me reconocen… pero saben que soy parte de ese Pasado que dejó su huellita.
-¡Luisito! –gritan finalmente. Y eso me lo confirma.
Lo que quiero decir con todo esto es que las calles que ayer caminaba, que ayer fueron parte de mi vida, hoy están exactamente iguales. Los mismos vecinos, los mismos kioscos. El hombre de la esquina sigue yendo a comprar en su bici, la mujer de la vuelta sigue regando el jardín con la misma manguera, el viejito de enfrente sigue mandando pibitos a que le compren los puchos y les deja el vuelto. Y pensar que me fui hace casi siete años de ese barrio persiguiendo el progreso… de haberme quedado y siendo el único que le hacía el mandado al viejito, ahora sería millonario.
Claro que todo progreso siempre llega y mi viejo barrio no es la excepción, pero lo viejo, Pasado Peso Pesado, sigue aguantando la palazón, como un duque, como un guapo.
Las vacaciones van finalizando poco a poco, es hora ya de volver sobre mis pasos a este Sur. A este Sur, mi Presente. Es extraño que en un lugar sea hincha de Pasado Peso Pesado y en otro de Prensente Fortachón, pero así son las cosas. En la vida, uno cuando deja de ser un niño que camina siguiendo una marca en la calle para ser un adulto que si frena la marcha, todo lo que lleva en el acoplado de viene abajo. Y yo no puedo frenar ahora. No voy a frenar.
Esta nota, que con tanta alegría he redactado, la empecé a las tres de la mañana en el colectivo, viajando de nuevo hacia el Sur. Me estaba durmiendo, acompañado por el susurro del motor del bondi y de los ronquidos de mis vecinos de asiento y pensé que por más que seamos adultos, todos, todos, sin excepción somos hinchas de Pasado Peso Pesado. Todos alguna vez nos fuimos, ya sea a otro país, otra provincia, otra ciudad, otra habitación de la casa o viajamos en la mente hacia otras dimensiones y cuando vamos bajando el equipaje en nuestro destino final, sabemos que ha comenzado la pelea y que debajo de nuestras ropas, entre los huesos y la piel, tenemos puesta la camiseta de ese boxeador, de Pasado Peso Pesado y que siempre hincharemos por él.


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