Imaginate varios Dioses Olímpicos parados frente a
la cocina, usando delantal, haciendo una sopa de letras, una ensalada de
remolacha o un guiso de albóndigas… esa es mi abuela.
Las abuelas son mucho más que simples mortales y un
poquito menos que diosas.
Sí, las abuelas malcrían a los nietos… ¡pero qué
bien que lo hacen! Yo pregunto: ¿Acaso enseñan a sus nietos a disparar armas,
los obligan a drogarse o alcoholizarse, a robar, a engañar o a mentir?
¿Entonces cuál es la mala crianza?
El dilema de si vino el huevo o la gallina
primero, ya está resuelto: ninguno de los dos. Las abuelas fueron las primeras.
Cuando las abuelas mueren, en realidad no mueren, se
les prolonga la vida. Nada más que no nos damos cuenta.
He visto toda clase de abuelas: las que merecen
llamarse “yerba mala nunca muere”; aquellas que mirando por la ventana esperan
a la muerte; aquellas que son pilares de familias; esas otras que no pueden
quedarse quietas y se la pasan pensando, viviendo, actuando y tratando de
solucionar los problemas de sus nietos, porque sus madres no han notado que
tienen un hijo.
Mi abuela se llama Blanca Esther Dolfi de
Costantini. Es la única Blanca Esther Dolfi de Costantini que hay en la guía
del país… y seguro del mundo. ¿Ves? ¿Ahora me creés que es única?
Su combustible es el pucho, su religión la escoba
de quince, su profeta Mario Pereyra y su pecado los programas de chimentos.
La hacías feliz con tan poco. Si querés ganarte su
confianza, comprale un lingote de Le Mans suaves largos en el kiosco frente a
la terminal de colectivos.
Ella no tiene nueve nietos, sino canteras llenas
de nietos. Está el “Pino del Tata”, sus ligustros, sus jazmines, rosas,
lavandas y muchos nietos más que no le pedían propinas ni una mensualidad, sino
chorritos de agua y palabras de halago. Hoy, esos nietos ya volaron del nido.
Las abuelas son las mejores niñeras, pero son las
peores remuneradas. Son la mejor enciclopedia, pero la menos consultada. Son
los mejores doctores, pero de los que más desconfían las madres. Si un error
tienen las madres, es creer que dejan de serlo cuando su abuela cuida a su
nieto.
Los viejos son jóvenes en pieles arrugadas. Las
abuelas son las voces de tu consciencia.
Tienen varios sinónimos: nona, abu, yeya, ángel…
Mi abuela es de las que disfrutan de la compañía
de sus nietos. Si pasás por Alta Gracia, Provincia de Córdoba, República
Argentina, pegate un vueltín por su casa: verás la cama lista, el mantel
tendido, una comida rica, calentita y bien condimentada esperándote y la ducha
lista para que te des un baño.
¿Quién dice que las abuelas son viejas? La abuela
de una amiga se sentaba en el suelo a jugar con nosotros, armaba autitos con “ladrillitos”
y siempre nos tenía chocolatada para acompañarla con tostadas y mermelada de
damasco para luego ver Garfield.
La abuela de un amigo fue el claro ejemplo de
abandono. La pobre abuela estaba sentada en su sillón viendo tele y para su
familia era una inútil; si caminaba por la casa, era una mendiga; si estaba en
la cocina, era una metida; si intentaba jugar con su nieto, él le decía que se
“hacía la pendeja”. Esa abuela, cuando era hora de sentarnos a tomar la
chocolatada, nos decía que nos laváramos las manos “con dos jabones”, es decir,
enjuagarnos dos veces. En el velorio de su marido, llegué yo antes que su
familia.
Mi abuela perdió dos hijos y un marido… es decir,
la mitad de su familia. Cuando nosotros la perdamos a ella, ya no quedará nada
más. Por cuestiones de la vida, aquella casa en la que pasamos momentos
hermosos, ya no pertenece a mi abuela. Y hoy esa casa está vacía aunque esté
llena. Su voz se paseará por esa casa y cuando pase por ahí, me la imaginaré sentada
frente al televisor, fumando y cruzada de piernas.
A veces me pasaba largos minutos concentrado en ver
como se consumía la ceniza de sus cigarrillos sin que ella los fumara. Cuando iba
a darle una pitada, ya no había más… entonces encendía otro y la historia se
repetía.
Para los nietos, las abuelas son únicas… para el
resto de la familia, moneda corriente.
Son más eternas que la propia eternidad. Más dulce
que todos los dulces de leche, más lindas que todas las modelos juntas, más
divertidas que Piñón Fijo, más inocentes que los niños.
No tienen un doctorado en ley, pero saben cómo
defenderte. No son doctores matriculados, pero saben dónde te duele y cómo
curarte. No son psicólogas y saben cómo te sentís. No tienen un kiosco, pero siempre
encontrás caramelos en sus casas…
El abuelo y el nieto tienen una conexión única, un
complot en contra de los padres y juntos arman la venganza. Lo que les hiciste
a tus padres, tus hijos te lo harán y los abuelos ayudarán.
Esta es la Semana del Adulto Mayor y aunque se los
deseo a todos en general, no puedo evitar pensar en mi abuela, cuyo día debería
festejarse desde el 1º de enero hasta el 31 de diciembre de todos los años.
Una vez un inoportuno periodista le preguntó a un
abuelo cuál era el rol del adulto mayor en la sociedad de hoy y éste le
respondió: “Enseñarles a los nietos qué era el amor”.
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